Eclesiastés 3:2 “Vanidad de vanidades, dijo el Predicador; vanidad de vanidades, todo es vanidad.”
Saludándolas con alegría nuevamente, seguimos con la serie sobre la vanidad, profundizando un poco en lo que señalamos en la entrada anterior. Debo decir que también estudiaremos la palabra vanidad como la describe Eclesiastés, y lo haremos en el transcurso de la serie.
A modo de resumen, podemos decir que vanidad es el orgullo de la persona que tiene un alto concepto de sí misma y sus propios méritos y un afán excesivo de ser admirado y considerado por ellos. Vimos también cómo se manifiesta este orgullo desmedido.
Debemos reconocerlo. Tal vez no todo el tiempo seamos así respecto de nosotras mismas y las cualidades que pensamos que tenemos, pero caemos en eso con frecuencia. ¿Qué dice la Biblia sobre esto? ¿Hay algún texto que nos hable sobre estas cosas? ¡¡¡De hecho hay varios!!! Vamos a examinarlos:
Romanos 12:3 “Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.”
El concepto de “sí mismo” en nuestros días se conoce como autoimagen o autoestima (tal vez haya por allí otros términos). Hay toda clase de documentos, artículos, tesis doctorales, videos, etc. sobre este tema. Es un verdadero problema para todos. Muchas mujeres dicen sufrir por baja autoestima… pero es casi seguro que se han equivocado… no es baja, sino alta, y a veces, muy alta.
Les comparto algunas ideas sobre el concepto de uno mismo de la página http://teoriaypsicologia.blogspot.com/2012/11/nuestro-concepto-de-si-mismo.html El subrayado es mío:
- El concepto que cada uno de nosotros tiene de sí mismo consiste en quién y qué pensamos que somos. Generalmente todos tenemos una idea más o menos clara de quiénes somos; de nuestras características físicas y psicológicas; de nuestras virtudes y deficiencias; de nuestra personalidad en general.
- Ciertamente el concepto que tenemos de nosotros mismos afecta en nuestro comportamiento porque es parte del núcleo central de nuestra personalidad, pero ¿cómo y cuándo nos formamos este concepto? Pues bien, en la infancia es cuando empezamos a formar nuestro carácter y por ende vamos acumulando ideas sobre nosotros mismos a través de la información que recibimos del medio ambiente y de las personas con quienes interactuamos, principalmente los padres, profesores, compañeros, etc.
- Un dato curioso es que la mayoría de las veces nuestro concepto de sí mismo está distorsionado. Lo podemos observar cuando lo que pensamos no tiene congruencia con lo que decimos y lo que decimos no tiene congruencia con lo que hacemos. Muchas veces nuestras ideas respecto a nosotros mismos no tiene parecido con lo que los demás piensan de nosotros, esto quiere decir que dichas ideas se han formado a base de fantasías neuróticas y disfuncionales, ya que no reflejan la realidad de nuestro comportamiento.
Hay algunas afirmaciones aquí que son verdaderas, y me detendré en ellas porque la Biblia tiene algo qué decir al respecto. Tome un momento, lea la pregunta a continuación y respóndala brevemente en su mente antes de seguir leyendo… ¿Quién y qué piensa usted que es?
Bien…Lo que menos cruza por la mente de una persona ante esta pregunta es que es un pecador (a veces nosotras a pesar de que hemos creído en Cristo como nuestro Salvador, lo olvidamos también). Si hacemos la prueba con cualquier persona, incluso con nuestros niños pequeños, jamás responderán que son pecadores en primer lugar… pero esa es la respuesta correcta aunque nos señalen como personas que tienen baja autoestima. Tendemos a responder a la pregunta con una profesión o con un estado civil, pero esas cosas no son la esencia de quién y qué somos.
Para no caer en la vanidad con respecto a nuestro concepto de nosotras mismas, Pablo dice que hay que pensar de nosotras con cordura, y no hay cosa más cuerda qué pensar de nosotras que el hecho de que somos pecadoras. No reconocerlo ya es señal de alta y peligrosa autoestima.
La Biblia está llena de historias reales de personas cuya desgracia fue precisamente su alta estima propia, empezando por el mismo Satanás, quien consideró que ser el más grande querubín de los cielos no era suficiente para él, y dado su talento, habilidad, apariencia magnífica, inteligencia, etc. no merecía menos que el trono mismo de Dios. Eva, pensó que ella merecía saber más de lo que sabía y ser más de lo que ya era, la gente de Babel pensó que era digna de una ciudad y un nombre superior a los de los demás pueblos, Lot creyó que merecía las mejores tierras de pastoreo aunque estaba poniendo en riesgo a su familia con gente perversa de Sodoma, Jacob creía que él era más digno que Esaú del derecho de la primogenitura, los hermanos de José no podían soportar que su hermano fuera más noble que ellos, los hermanos de Moisés se consideraron más dignos que su hermano y murmuraron contra él, muchos reyes de Israel y Judá llenaron sus corazones de soberbia contra Dios y esa fue la causa de su caída. Los imperios que dominaron el mundo fueron cayendo uno por uno a causa del alta autoestima de sus emperadores y su gente… y así por el estilo.
La historia nos muestra entonces, que el problema mayor es el que Pablo señala: nuestra tendencia a tener alto concepto de nosotros mismos… ¡¡a ser vanidosos!! Eso nos lleva a actuar como actuaron esas personas en las historias bíblicas, en nuestro propio perjuicio. Todas y cada una recibieron lo que merecía su vanidad y soberbia, porque Dios claramente dice: Santiago 4:6 “…Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes.” Salmo 138:6 “Porque Jehová es excelso, y atiende al humilde, mas al altivo mira de lejos.”
La siguiente afirmación en la que me detendré es la que alude al hecho de que es en nuestra infancia que nos formamos el concepto de nosotros mismos. En esos años nos vamos formando ideas sobre nosotros mismos a través de la información que recibimos del medio ambiente y de las personas con quienes interactuamos, principalmente los padres, profesores, compañeros, etc. ¿Qué información estamos dando a nuestros niños sobre ellos mismos? ¿Estamos fomentando su vanidad al decirles y hacerles sentir que merecen toda nuestra atención? ¿Los inducimos al materialismo comprando para ellos ropa, juguetes, dispositivos y otras cosas con las que pueden presumir? ¿Conversamos en casa a oídos de ellos que son más lindos y más listos que otros niños que ellos conocen, enseñándoles a compararse con sus propios amigos? Todas sabemos que estos son problemas reales y conocemos casos sin duda… tal vez nosotras somos un caso de esos incluso.
Es muy triste que nuestros niños caigan en este pecado inducidos por nosotras mismas. Debemos poner mucha atención a lo que decimos en casa, lo que les decimos a otras personas, lo que decimos sobre otros niños, otras madres y padres, sobre los maestros, lo que compramos para nuestros hijos y para nuestras casas. La vanidad ya está en nuestro corazón; en lugar de avivar su poder sobre nosotros y nuestros hijos, debemos contrarrestarlo por todos los medios. Debemos ser concientes, como ya dijimos, que somos pecadores… nuestros hijos lo son… el pecado está a la puerta… ¿Lo dejaremos entrar?