El ropero de la mujer hermosa 11

I Tim. 2:9 “Asimismo que las mujeres se atavíen de ropa decorosa, con pudor y modestia; no con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos, sino con buenas obras, como corresponde a mujeres que profesan piedad.”

I Pedro 3:3-4 “Vuestro atavío no sea el externo de peinados ostentosos, de adornos de oro o de vestidos lujosos, sino el interno, el del corazón, en el incorruptible ornato de un espíritu afable y apacible, que es de grande estima delante de Dios.”

Saludos!!!!! Agradeciendo al Señor por restablecer mi salud y la de mi familia, hoy sigo con la serie que estamos estudiando. Si se perdieron el anterior, aquí va: https://ataviadadehermosura.wordpress.com/2021/08/06/el-ropero-de-la-mujer-hermosa-10/

Seguimos con las últimas dos cosas que hay en nuestro pasaje para considerar: la lista de atavíos mencionados por Pablo y la frase “mujeres que profesan piedad”.

Esa lista no está allí por casualidad y además es prácticamente igual a la que Pedro menciona en el capítulo 3 de su primera carta, la cual sin duda conocemos muy bien.

¿Qué pasaba con estas mujeres y el peinado, la ropa y los accesorios? Lo mismo que sigue pasando con las mujeres de hoy… somos tentadas a ir en pos de estas cosas como lo eran ellas en aquel tiempo. Ahora incluso, tenemos más cosas que nos atraen… las uñas por ejemplo… en mi Facebook me aparece un número  creciente de publicidad o de videos compartidos por mis contactos sobre el Nail Art… diseños increíbles. Una vez, en la iglesia en la que me congregaba hace unos años, una hermana, madre de familia joven, llegó con una arreglo de uñas acrílicas que llamó mucho la atención; tanto que, la rodearon al menos 4 hermanas más para ver sus dedos y comentar. Quizá fue a una reunión o tuvo un evento especial, no me interesé en saber. El asunto es que por lo menos durante las siguientes tres semanas, ella siguió causando sensación con sus uñas entre las mujeres. Fue así porque, nunca antes, ninguna de nosotras había hecho eso de ponerse uñas acrílicas. Más tarde apareció otra con diseños que incluían brillos y pequeñas piedritas en las uñas… de sus pies. La moda duró un tiempo y gracias a Dios, luego desapareció.

A manera de ilustración, les comparto aquí un par de enlaces para que estudiemos un poco sobre la manera de arreglarse de la sociedad griega del primer siglo, que fue el tiempo en que se escribió el Nuevo Testamento. Allí leeremos sobre los vestidos y los peinados. De verdad, no se lo pierdan.

Algunos autores y comentaristas opinan que estas instrucciones de Pablo debían seguirlas las mujeres para cuando iban a las reuniones de la Iglesia, para no llamar la atención y causar distracciones en los cultos. Personalmente no creo que sea de esta manera. Considero que eso es, y ya lo comentamos en otro post, como tener vestidos y faldas elegantes para ir a los cultos, y pantalones, shorts, faldas cortas y blusas con escotes para “el diario”. Vivir una doble vida, en otras palabras.

Eso me hace recordar algunas ocasiones en las que estuve en un centro donde se imparten conferencias bíblicas, y una de las chicas que estaba en el “grupo de alabanza”, no quiso pasar con sus compañeros al frente a cantar, porque salió tarde de su trabajo, andaba en pantalones y no le dio tiempo de ir a casa a cambiarse de ropa. La manera en que andaba vestida, le impidió hacer el trabajo que se esperaba de ella en esa reunión. ¿Cómo puede pasar esto? ¿Nos saboteamos a nosotras mismas? Ella misma se sentía inapropiadamente vestida para pasar al frente, pero no consideró inapropiado su atuendo para salir por la mañana a su trabajo. Es curioso; no se trata de que ella escogió el peor atuendo que tenía, que estaba sucio o roto. Creo que todas entendemos este punto y no requiere más explicación.

Pero por otro lado, tenemos la frase “mujeres que profesan piedad”. Veamos un poco sobre eso, porque Pablo dice que un atavío modesto, decoroso, pudoroso, corresponde a mujeres que profesan piedad. Entonces, por lógica, lo contrario, es decir, los descuidos, los excesos en el arreglo personal y uso de accesorios, no corresponde a mujeres que profesan piedad. Me encanta usar la lógica del Apóstol Juan en estos asuntos… ¿han leído I de Juan? Espero que hayan notado eso en él: el que tiene al Hijo tiene la vida, el que no, no… el que ama a su hermano está en luz, el que lo aborrece, no… el que permanece en Dios, no peca; el que peca, no conoce a Dios… todo espíritu que confiesa que Cristo vino en carne es de Dios; todo espíritu que no confiesa eso, no es de Dios… me encanta eso… es blanco o es negro, es frío o es caliente, es sí o es no…

Pues, bien, ¿qué es profesar piedad? Para comenzar, encontré dos significados para la palabra “profesar” en el Español:

  1. Aceptar y seguir [una persona] voluntariamente una religión, una doctrina o una creencia.
  2. Tener [una persona] una determinada inclinación o un sentimiento intenso hacia algo o alguien.

Y por otro lado, la palabra “profesar” es el vocablo griego epanguélo que es anunciar sobre, dedicarse a hacer algo, afirmar algo respecto a uno mismo, profesar, hacer promesa, prometer.

Y, ¿qué es la piedad? En el griego es dseosébeia que significa devoción. Otra palabra relacionada es dseosebés, que significa reverente a Dios, piadoso, temeroso de Dios. Y una más es sébomai que es reverenciar, adorar, honrar, adorar, piadoso, temeroso (de Dios). Noten la cantidad de verbos aquí… mucha acción.

Hay dos implicaciones en todas estas definiciones: se trata de algo que no solo se dice, sino que se vive, se practica y se siente con intensidad. Volvemos a lo mismo… no se puede decir que se es una cosa, cuando nuestra apariencia demuestra lo contrario. No corresponde, como dice Pablo.

Antes habíamos comentado que en cuanto al arreglo personal, dedicamos dos cosas a ello: tiempo y dinero. ¿Se trata de que no me voy a peinar cuando me levante de la cama, ni bañarme, ni cambiar mi ropa porque desde que abro los ojos me dedicaré a leer la Biblia? Claro que no. ¿Se trata que no podré comprar nunca ropa nueva? Tampoco. De lo que sí se trata es, que escogeré ropa y accesorios que realmente necesite y que no consuman el presupuesto de mi familia. No todo lo bonito necesariamente es caro. Pero deberé muchas veces para ello, ejercitar mi dominio propio, porque una vez dentro de la tienda, seré tentada a sobrepasar la suma de dinero que propuse gastar.

La otra cosa es el tiempo dedicado al arreglo personal… ¿tardo mucho en maquillarme? ¿por qué? ¿qué persigo siendo tan detallista con eso? ¿cuántos productos estoy usando? ¿cuánto gasto en ello? ¿Cómo se comparan esos gastos con relación a lo que invierto en cultivar mi espíritu comprando materiales bíblicos para mí y mi familia? ¿Cómo se compara el tiempo que gasto en cuidar mi rostro y cuerpo con el tiempo que invierto en leer mi Biblia diariamente? ¿Corresponde todo eso a una mujer que profesa piedad?

Todavía tenemos más luz al respecto, cuando vemos en Proverbios 31 las prioridades y el carácter de la mujer virtuosa. Ella se viste y se arregla, pero la prioridad de ella no es tanto dar gusto a los ojos de su esposo como a su corazón dándole bien y no mal cada día. Ella viste bien y alimenta a sus hijos, pero mejor que eso, cuando habla con ellos abre su boca con sabiduría y les anuncia la ley de clemencia.

Ella compra telas, adorna su casa, compra comida, compra hasta bienes inmuebles… pero están claras las prioridades que tiene; las atiende primero y el Señor le provee del tiempo y el dinero necesarios para atender lo otro. Y volvemos a ver este principio en Mateo 6:33 en palabras del Señor Jesús… qué es lo que hay que buscar primero, y cómo es que tendremos la forma de atender lo otro después.

Y hay más buenas noticias… Proverbios 15:13 dice: “El corazón alegre hermosea el rostro…” Se parece a lo que dice Pedro en su carta… espíritu afable y apacible… esto es atavío de reinas, queridas amigas y hermanas. No sé por qué nos perdemos, cuando en la Biblia tenemos ya la manera de encontrar una hermosura que ni la ropa ni los peinados, ni los cosméticos nos pueden dar.

Cierro con las palabras de uno de nuestros asesores, de los que hablé cuando comenzamos esta serie, el Pastor John MacArthur, quien en su libro El Plan del Señor para la Iglesia, nos dice lo siguiente:

Las mujeres deben ataviarse con «pudor y modestia» (v. 9), quiere decir decentemente, con un sentido de temor reverente.

La idea en el versículo 9 es la de sobriedad, la de evitar los extremos. El templo no es el lugar para exhibiciones personales. Eso distrae de lo que el Espíritu de Dios quiere lograr en nuestras vidas.

La segunda parte del versículo 9 dice que las mujeres no se adornen a sí mismas «con peinado ostentoso, ni oro, ni perlas, ni vestidos costosos». En el tiempo de Pablo había estilos populares de arreglarse el cabello. Las  mujeres llevaban variedad de perlas y oro en su cabello. Nos podemos imaginar a un hombre sentado en una banca con el resto de los creyentes cuando una señora entra y se acomoda enfrente de él llevando un tesoro completo en su cabeza.

Estaría allí pensando: Creo que esa perla vale ochenta y nueve dracmas. jY fíjate en esa otra y la del otro lado! Se olvidaría por completo de toda la intención y propósito de estar allí.

Eso no quiere decir que las mujeres solo pueden llevar perlas y pendientes baratos. La enseñanza que recibimos aquí es que el lugar y el tiempo de adoración a Dios no es momento para hacer exhibiciones delante de los demás. Debemos estar modestamente vestidos de forma que no distraigamos a otros de lo que Dios quiere hacer por medio de su Espíritu y de su Palabra. Una mujer cristiana no debiera ir vestida de forma inmodesta, ostentosa y extravagante.

Ningún tiempo ni lugar, para una mujer cristiana, son para hacer exhibiciones delante de otros. En todo tiempo debemos vestir y tener un corazón y una conducta que no estorbe la obra de Dios en las vidas de otros. Pues bien… en la próxima entrada, concluiremos esta serie ya… quizá en otro momento podamos retomar este tema con otros recursos. Muchas gracias por acompañarnos todo este tiempo.

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